viernes, 13 de noviembre de 2009

Viernes de dolores

La casa de mamá quedaba en la parte posterior de la Escuela de Medicina y gracias a ello es que sobrevivíamos con el café que ella había puesto, ya que los estudiantes y médicos (aparte de los lustradores y las prostitutas que iban a chequeo a sanidad) eran sus mejores clientes. Cuando entré al Hall no caímos en cuenta de las implicaciones que tendría el andar uniformado por esa área hasta aquel jueves, víspera del viernes de dolores. Resulta que de un costado de mi casa sale el tradicional desfile de la huelga y los universitarios toman el callejón en dónde estaba mi casa y lo vuelven una cantina al aire libre mientras se dedican a elaborar las carrozas.

Esa tarde me bajé de bus en la 13 calle. Cuando llegué a la primera avenida me di cuenta de que me estaba metiendo en la boca del lobo. Había cientos de universitarios, muchos ya bastante borrachos. Todos comenzaron a chiflarme y a molestarme, no me avergüenza decir que eché a correr y no paré hasta estar encerrado en mi cuarto.

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