viernes, 27 de noviembre de 2009

Caballero de la novia


20 de Mayo de 2008, acabo de ver la noticia y no termino de creerlo. Esto rebasa ya la ley de las probabilidades.

Febrero de 1971. Estoy en quinto año y falta menos de un mes para que se celebre el aniversario del Hall. En cada sección se busca afanosamente a la señorita que competirá por el cetro de reina del Instituto. Como es tradicional, los alumnos de quinto año serán los caballeros. En el sorteo me toca escoltar a Ana Julia Peña Zelaya, prima de los Peña. Cierro los ojos y la recuerdo, blanca, pelo negro liso casi hasta la cintura, hermosos ojos cafés, encantadora sonrisa, escultural figura y casi de mi alto. La mujer perfecta para novia del Hall. Pero había un problema. Ella se había criado en Norteamérica y casi no sabía español, hoy sería una ventaja, en aquella época no.
El concurso se desarrolló sin mayores contratiempos y Ana Julia (con quien cruce muy pocas palabras por esa timidez con las mujeres que me va a acompañar hasta la tumba y que pocos me creen) clasificó entre las finalistas. Esa parte del certamen se llevó a cabo en el auditórium del IGSS en la zona 4. En esa etapa los jurados las sometían a diversas preguntas para medir la desenvoltura de las participantes, área en la que a mi candidata le fue muy mal ya que no sólo le costó entenderlas sino también hilvanar una respuesta en español. Yo sentí que se caía el cielo. Aunque trataba de ser imparcial, veía a las otras muchachitas y no podía explicarme cómo, el jurado fuera a darle el trono a una de ellas. Así que rompiendo todo el protocolo, en un receso fui con el jurado y literalmente les dije que no estaban siendo justos por el problema que ella tenía con el idioma. Afortunadamente entre ellos estaba el “capitán” Sagastume Evans, que aparte de don Juan era bilingüe, él aceptó repetirle las preguntas en inglés y que ellas las contestara en ese idioma. Como es lógico de pensar, ganó el concurso.

Otra tradición en el Hall era que a la reina la coronaban en la fiesta de aniversario y que en ese momento, el alumno que hubiera ganado el concurso de poesía, la escoltaba a su ingreso al salón y le recitaba su obra. Aunque jamás había escrito un poema, decidí que ese alumno iba a ser yo. Pasé día y noche buscando cómo poner esa inspiración que mi corazón sentía en un papel. Probé y probé hasta que creí haber encontrado algo con sentido. Fue un soneto que empezaba así:

Por bella, por gentil y talentosa
Tres virtudes en la suprema gracia
Nombrarte soberana poderosa
El tribunal mortal tuvo la audacia

No recuerdo cómo seguía, pero sí que fui declarado ganador. Esa noche se lo recité (no sé si lo entendió por su problema de idioma), ella me dio un diplomático beso en la mejilla. Pasé toda la noche vacilando entre acercarme o no para pedirle que bailara conmigo pero finalmente no me atreví.

Como tenía bonita letra se lo escribí en un pergamino y mamá me dio dinero para enmarcarlo. Averigüé en dónde vivía y se lo fui a dejar, pero ni siquiera pregunté por ella. Días más tarde Peñita me entregó una foto de ella con una nota de agradecimiento al dorso.

Hoy apareció la esquela que anunciaba que ayer había partido de este mundo. Descansa en paz bella, gentil y talentosa, leyendo lo que se ha escrito de ti, comprendo que fuiste un ángel bajado del cielo; gracias por iluminar mi vida, esos fugaces momentos los recordaré siempre.

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