sábado, 14 de noviembre de 2009

Manzanita

“Manzanita del Perú… ¿cuántos años tienes tú?” Esa frase me lleva a inicios de 1971, estaba en quinto año, y era el mayor (luego general) Otto Ponce quien se acercaba a un alumno de reciente ingreso, pequeñito, de carita sonrosada y redonda, que al sonreír enseñaba unos dientes como de conejito. Quiso el destino que le asignaran el número 17-2 y que fuera mi centenario. Sergio había tenido un hermano de la 15 promoción. El día que el hermano mayor cumplió 15 años, los papás le dieron de regalo una moto, dos días después le estaban enterrando.

Tal vez fue el saber eso, o una natural simpatía que nació entre nosotros, lo que hizo que me dedicara a cuidarlo como si fuera mi hermano menor (debo reconocer que ni con mi primo Carlos Braulio tuve tantas atenciones cuando ingresó al Hall). Es cierto que para esa época ya era sargento y que me pusieron como encargado de la compañía de nuevos, lo que me daba la autoridad para controlar a los antiguos que merodeaban por las secciones de primer año buscando qué les robaban o cómo los vejaban. Que lejano estaba de que con el correr de los años iba a cosechar lo que estaba sembrando.

1976. El año del terremoto y del ingreso de mi hermano David a la Escuela Politécnica. Siempre voy a tener la duda de si él entró porque sentía la vocación o porque nuestro primo José, con quien tenía especial afinidad desde pequeños, había ingresado un año antes. El hecho es que cada visita de los jueves era una pesadilla para mamá y para mí. David estaba desesperado. Nos rogaba que le sacáramos de allí y por más que usaba todas mis dotes de convencimiento, sus ruegos eran cada vez más apremiantes. Estaba un día de visita cuando a la salida me crucé con un sargento de último año… Cuál no sería mi sorpresa cuando se acercó a saludarme. ¡Era Manzanita! Platicamos un poco de los viejos tiempos y entonces decidí solicitarle su ayuda con David. Él lo tomó bajo su protección y de esa manera mi hermano aguantó el primer ciclo. (Dios, sé que la historia ya está escrita pero ¿hubiera cambiado algo en el destino de mi hermano si yo no intervengo para modificarlo? ¿Por qué no le hice caso a las señales que decían que el futuro de David no estaba en la milicia?)

Luego de su graduación no volví a ver a Manzanita. Algunos años después, con el corazón partido, acompañé al capitán de aviación Sergio Cifuentes Ramos a su última morada. Viví la congoja de sus padres y la de su novia y recordé a ese niño de carita redonda y dientes de conejo que a la pregunta –Manzanita del Perú, ¿cuántos años tienes tú?- Respondía con una sonrisa –Doce mi mayor.-

(Él era piloto de helicópteros y su nave fue derribada en el altiplano. Según me contaron, sobrevivió a la caída, pero había perdido las piernas, murió desangrado antes que la patrulla de rescate llegara al lugar. Ese día me tocó asistir a dos velorios, el de él y el de Muñoz, un compañero de promoción que iba de pasajero.)

1 comentario:

  1. A voz mi centenario era un cahnxe de ojos arocoiris que como me caia de mal bravo el tipo este y concentido no me metia con el asta que uno de la promo se puso a sacar diferencias netre nostoros y me cayo mal el bandido
    una vez lo vi y lo salude ni caso me iso el pizadito lo volvi a aver y el cerote me grito INDIOZABAL entre carcajadas me enfurecio que lo quise lisear a cuentasos ahora trtabaja en teatro abril y parece que salio del armario

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