sábado, 14 de noviembre de 2009

Peña y los aguacates

Carlos Federico Peña Ortiz era uno de los más pequeños de la promoción. Era rubio, de pelo colocho, pecoso y ojos color miel. Fue el primero de varios hermanos que pasaron por el Hall. Él también se iba en el bus 2 y fue otra víctima de un experimento de los antiguos. Resulta que Peña tenía la voz muy aguda y uno de ellos decidió que tenía que ponerse ronco; para lograrlo lo hacía comerse un aguacate diario. Lo gracioso del caso es que de tanto obligarlo (o tal vez fueron los aguacates), a Peña se le puso un vozarrón que sonaba desproporcionado para su estatura. Cuando ya era antiguo, daba risa cuando se acercaba por detrás de algún nuevo y le ordenaba algo. El nuevo se volteaba viendo hacia arriba, esperando encontrarse con un inmenso antiguo y poco a poco bajaba la vista para encontrarse al antiguo Peña, bajito y con el ceño fruncido.Peña se graduó en la Politécnica, me lo encontré por la zona 3 cuando fue el terremoto, supervisando la labor de un pelotón de soldados cuando estábamos descombrando y quemando cadáveres, luego me contaron que fue uno de los fundadores de la escuela de Kaibiles y me alegró mucho enterarme, hace un par de años, que lo habían ascendido a general.

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