sábado, 14 de noviembre de 2009

Pedro Granados y sus secuaces

¿Creen en las coincidencias? Yo sí. Hoy es domingo 17 de Mayo de 2008, acabo de regresar de estar con mis hijas y cuál no sería mi sorpresa de haber visto, en el café a donde fuimos a refaccionar, a uno de los secuaces de Granados, su nombre es Juan (dejémoslo allí).

Los de ese grupo de la doceava promoción parecían estar tocados de la cabeza. Les encantaba golpear y vejar de todas las maneras posibles, y lo que es peor, nadie los denunciaba ni se atrevía a ponerlos en su lugar. Uno de ellos, de apellido Rueda, tenía fijación con mi cabeza torcida, y cada vez que me miraba me decía “Salazar enderezca la cabeza”.

1971. Desfile del 30 de junio. Una celebración especial porque era la del centenario de la revolución liberal, era mi último desfile. Estábamos en el Campo de Marte. El batallón de la Politécnica ubicado frente a nosotros. El abanderado era ¡oh sorpresa! el cabo Pedro Granados. De pronto comencé a observar el inconfundible balanceo que anunciaba su inminente desmayo. Y si eso, con el abanderado del Hall era inconcebible, ya podrán imaginar que cayera el abanderado de la Politécnica, en plena celebración del centenario de la revolución. Que Dios me perdone, pero yo no le quitaba la vista de encima ansiando ver ese momento. Vi como llegó el enfermero a hacerle oler esa sustancia que golpeaba en el cerebro y que nos hacía reaccionar, al mayor (luego general) de la Cruz, que en ese entonces era el comandante del batallón, darle con el filo de la espada en la espalda sin mayor disimulo, pero nada surtió efecto. Minutos después Granados daba con su humanidad contra el suelo. El escolta que estaba al lado apenas si pudo tomar la bandera antes que cayera con él. Dos cadetes arrastraron al inerte abanderado fuera de la vista del público.

Granados ni siquiera llegó a concluir ese año, entiendo que cayó en una crisis de indisciplina y furia y terminó siendo expulsado de la Escuela; por un tiempo no se supo más de él.Uno o dos años después (no recuerdo exactamente la fecha), me contaron que él era uno de los guerrilleros que había caído en un fallido intento de tomar el Campamento Tortugas en Izabal. Pasó el tiempo y un día conversando con un oficial del ejército, me dijo que Granados no había muerto en el ataque, que lo habían capturado vivo. –Aguantó cinco días- fue su lacónico comentario que me dio a entender tanto.

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